“El Señor está contigo, varón esforzado y valiente.” – Jueces 6:12
Gedeón no se sentía fuerte. No se sentía valiente. No se sentía nada. Estaba escondido, trillando trigo en un lagar —un lugar cerrado, subterráneo, que no fue hecho para eso. Estaba allí porque el miedo era más grande que la tierra. Los madianitas lo habían empujado a vivir a medias. Sobrevivía. Pero no vivía.
Y allí, en lo oculto, aparece el ángel del Señor. Y no lo llama por lo que parece. Lo llama por lo que Dios ve en él.
“Varón esforzado y valiente.”
No hay sarcasmo en esa frase. No es ironía celestial. Es la visión del cielo sobre un corazón que aún no se ha descubierto a sí mismo.
Dios no espera que te sientas capaz para llamarte. Te llama, y luego camina contigo hacia lo que Él ya vio que puedes ser.
Gedeón responde con lo que todos decimos cuando sentimos que no estamos a la altura:
“¿Yo?… ¿cómo?… ¿con qué fuerza?”
Y el Señor responde con lo único que importa:
“Yo estaré contigo.”
“Nuestra identidad no se construye con lo que sentimos, sino con lo que Dios declara sobre nosotros.”
Gedeón ve limitaciones. Dios ve destino.
Gedeón ve fracaso generacional. Dios ve propósito eterno.
Gedeón ve miedo. Dios ve obediencia por venir.
Y lo hermoso es que Dios no lo fuerza a creer de inmediato. Le permite hacer preguntas. Le permite pedir señales. Le permite procesar. Porque cuando Dios revela identidad, no lo hace a gritos. Lo hace con paciencia.
La identidad no siempre se siente como una revelación. A veces, se descubre como una semilla: enterrada, pequeña, discreta… pero viva. Gedeón necesitaba tiempo para dejar que lo que Dios decía fuera más fuerte que lo que él creía de sí mismo.
Y nosotros también.
Quizás tú también estás en un “lagar”, oculto, temeroso, esperando que algo cambie afuera. Pero Dios no espera que cambie tu entorno para hablarte. Él te llama desde ya.
Con nombre nuevo.
Con visión nueva.
Con una palabra que contradice tu experiencia, pero revela tu esencia.
No eres lo que tu historia dice. No eres lo que tus fracasos gritan. No eres lo que el enemigo te susurra al oído.
Eres lo que el Padre vio cuando pensó en ti antes de que nacieras.
Así que levántate, aunque sea con duda. Da un paso, aunque sea con temblor. Porque si Él está contigo, tu debilidad no será tu límite.
Será la plataforma desde donde Su poder se mostrará más claro.